Monogamia: perspectivas y desafíos

La monogamia no es solo “tener una sola pareja”.
Es un entramado de normas, deseos, biología, religión y tecnología que se mezclan distinto según la época.
Hoy convivimos con gente que quiere pareja única para toda la vida, con quienes prefieren vínculos abiertos y con quienes no quieren vincularse.
Para entender por qué pasa esto, hay que mirar la parte social, la biológica y la emocional al mismo tiempo.
¿Cómo surgió la monogamia como modelo dominante?
Desde el punto de vista sociológico, la monogamia se entiende como una construcción social.
No apareció porque sí, apareció para dar orden a las relaciones, al parentesco y a la herencia.

Varios autores la han descrito como un mandato social que decía: “así es como se organizan los vínculos”.
Esa idea servía para que todos supieran quién era pareja de quién, quién respondía por los hijos y cómo se integraba alguien a la comunidad.
En ese sentido, la monogamia fue también un protocolo de institucionalización de las relaciones humanas.
Es decir, una manera de entrar al mundo legal, político y familiar sin generar caos.
Cuando las sociedades se volvieron más complejas, fue útil tener parejas estables porque eso reducía conflictos y ayudaba a que la familia funcionara como núcleo.
Monogamia, religión y legalidad
En contextos cristianos, y luego en modelos jurídicos occidentales, la monogamia quedó asociada a una forma “correcta” de vivir el vínculo.
Se veía como algo moralmente superior porque limitaba las conductas consideradas impulsivas o desordenadas.
Así fue adquiriendo estatus de norma, no solo de preferencia.

¿Por qué algunos no la quisieron asumir?
Siempre hubo personas que no quisieron ese compromiso, no porque fueran peores, sino porque el modelo no respondía a su forma de desear.
Pero al estar instalado legal y culturalmente, salirse implicaba quedar “fuera” del orden social.
¿La monogamia es biológica o es cultural?
Aquí está la discusión que más se repite.
Hay quienes dicen que el ser humano es polígamo por naturaleza y que lo monógamo es un arreglo cultural.
Otros señalan que sí hay bases biológicas que favorecen el apego estable.
La realidad, vista desde lo que cuentan los especialistas, es más híbrida.
Lo que dicen los estudios sobre biología

Se ha observado que en el apareamiento y en el cuidado de la descendencia se liberan hormonas de apego.
Esa química ayuda a que dos personas permanezcan juntas el tiempo suficiente para cuidar a la cría.
Desde ahí se puede decir: sí, hay una función de protección y supervivencia detrás del vínculo estable.
Pero desde la sociología, la monogamia también es vista como un mecanismo de control social.
Sirve para contener impulsos, para evitar conflictos de paternidad, para que los bienes se hereden sin pleitos.
Sirve para que la sexualidad no quede totalmente al azar.
O sea, la biología quizá predispone, pero la sociedad termina de decidir cómo se vive.

¿Entonces en el reino animal todos son monógamos?
No.
Hay especies que mantienen parejas de por vida (sobre todo aves), hay monogamia social y hay monogamia sexual que es más rara.
Y hay muchas especies con conductas claramente polígamas.
El ser humano, a diferencia de los otros animales, puede elegir y justificar sus elecciones.
La monogamia como control, orden y pertenencia
Una de las ideas más poderosas del texto de referencia es que la monogamia funciona como control social.
No solo te dice con quién estás, también te dice qué está permitido hacer dentro del vínculo.
Esto se ve en cómo las tradiciones religiosas, legales y familiares desaprueban ciertas expresiones sexuales consideradas impulsivas.
La monogamia viene y dice: “por aquí no”.
Romanticismo como herramienta

En la modernidad apareció otra cosa: el romanticismo como vehículo de control.
Se fijó la expectativa de que encontrar “al amor de tu vida” era la meta.
Eso hizo que mucha gente aceptara la monogamia no por convicción racional, sino porque quería sentirse elegida.
Roles, jerarquías y responsabilidades
El modelo monógamo también da pie a roles de pareja, a jerarquías y a responsabilidades claras.
Quién cuida, quién aporta, quién representa a la familia.
Eso le encanta al sistema porque facilita la administración de la vida privada.
❌ Suponer que monogamia = cero deseo: el deseo sigue, solo se gestiona.
❌ Imponer el modelo sin hablarlo: la monogamia sin acuerdo explícito suele terminar en infidelidad silenciosa.
❌ Usar la monogamia para dominar: cuando se vuelve herramienta de control absoluto, deja de ser un acuerdo y pasa a ser coerción.
¿Qué tipos de monogamia existen hoy?
Uno de los aportes más útiles es reconocer que no todas las parejas monógamas son iguales.
Hay matices, acuerdos y tiempos.
Y eso explica por qué algunas parejas duran años y otras cambian sin sentir que traicionan el modelo.
Monogamia exclusiva
Es la que la mayoría tiene en mente. Una sola pareja afectiva y erótica, sin terceros, de manera estable. “Tú y yo” como acuerdo completo.

Monogamia seriada
Es muy común hoy.Mientras estamos juntos, somos exclusivos.
Si terminamos, tengo derecho de rehacer mi vida con otra persona.
Si lo miras bien, casi todos seríamos “polígamos en el tiempo”.

Hay parejas que son socialmente monógamas (se presentan como pareja única, crían juntas, comparten casa), pero que pueden tener matices en lo sexual sin romper el vínculo. Ahí lo clave es el acuerdo.
Diferencias según género
Algo que aparece mucho es la idea de que hombres y mujeres viven distinto el deseo.
Algunos hombres dicen que es más fácil separar sexo de afecto.
Algunas mujeres reportan que la infidelidad que más duele es la sentimental.
Pero eso no es regla universal, es una tendencia observada.
🔎 Detalles que ayudan a definir acuerdos
- Decir qué es infidelidad en esa pareja (texto, nudes, citas, sexo, enamoramiento).
- Distinguir deseo de acción: desear es privado, actuar impacta al vínculo.
- Revisar el acuerdo cuando cambian edad, contexto, maternidad/paternidad.
- Hablar de exclusividad emocional, no solo genital.
- Explorar celos como información, no como condena.
Retos de la monogamia en el siglo XXI
El texto lo dice claro: estamos en transición.
La monogamia está ahí, pero ya no es la única forma legítima.
Y se enfrenta a tres tensiones muy fuertes.
1. Autonomía personal vs. norma social
Las nuevas generaciones ponen por delante la autonomía. Quieren decidir con quién, cuándo, cuánto y cómo. Pero la cultura todavía premia la pareja estable, la boda, la familia.
Esa fricción genera culpa o doble vida.

2. Diversidad relacional vs. instituciones
La gente experimenta poliamor, unión libre, vínculos fluidos.
Las instituciones (iglesia, registro civil, escuela) siguen pensando en pareja monógama.
Resultado: muchas relaciones reales no tienen reconocimiento institucional.
3. Liberación sexual vs. nuevos controles
Desde los 70, con el control de la natalidad y la revolución sexual, el sexo se separó de la procreación.
Hoy se puede tener sexo por placer.
Pero al mismo tiempo surgen nuevas formas de control: vigilancia en redes, celos digitales, lectura de chats.
La libertad no vino sola, vino con nuevas reglas.
La tecnología como disruptor
Las redes hicieron algo que la monogamia no vio venir: 10.000 opciones de pareja en la mano.
Eso hace que la exclusividad parezca más difícil porque hay tentación, comparación y validación constante.
Pero también permitió que quienes no quieren monogamia se encuentren y no se sientan raros.

¿Monogamia, poligamia o poliamor: qué es lo “correcto”?
El trabajo de campo que se cita muestra algo importante: con una muestra pequeña no se puede decir que un modelo cause más o menos disfunciones sexuales.
Es decir, no porque seas monógamo vas a tener vaginismo, ni porque seas poliamoroso vas a tener mejor sexo.
Lo que sí se vio es que la calidad de la relación depende mucho de la comunicación, del respeto y del contexto.
Lo que sí hace la diferencia
Hay cuatro factores que ayudan tanto en monogamia como en poliamor:
1. Satisfacción con la pareja.
2. Comunicación clara.
3. Acuerdo real, no impuesto.
4. Bienestar psicológico individual.
Cuando esto falla, aparecen disfunciones de deseo, erección, lubricación o anorgasmia.
La fidelidad se está redefiniendo
Antes fidelidad era “no te acuestas con nadie más”. Ahora muchas parejas la están moviendo hacia “no traiciones el acuerdo”.
Si el acuerdo es abierto y lo rompes, hay infidelidad. Si el acuerdo es cerrado y lo rompes, también.
La clave ya no es el número de personas, es la coherencia. Al final, la monogamia sigue siendo un modelo funcional para muchísima gente porque da pertenencia, estabilidad y reconocimiento. Pero dejó de ser el único camino válido.

Hoy lo sano no es imponerla ni negarla, sino elegirla con conciencia, sabiendo que trae trabajo diario, gestión del deseo y conversaciones incómodas.
Y si no la quieres, eso también es parte de esta época: poder decirlo sin que te expulsen del círculo.
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